Contrario
a lo que algunos creen, en el fútbol las sorpresas no suelen estar
en el orden del día. De ahí que en las eliminatorias en mundialistas
rumbo a Brasil 2014, durante la última fecha FIFA, apenas hubo
alguna.
En Tbilisi, ante Georgia, España ganó con apuros 1-0, pero ganó.
Porque eso es lo que se espera de la vigente campeona y porque
Roberto Soldado hace rato viene pidiendo paso en su delantera.
Argentina empató 1-1 en Perú porque hasta Lionel Messi, el mejor
jugador del mundo, puede tener una mala noche —sobre todo después de
que un diario local arengase a "pisar a La Pulga"—, y Colombia
venció a Chile 3-1 porque el "Tigre" Falcao es una máquina de hacer
goles.
Hablando de lo mismo, tampoco asombró demasiado que Venezuela
alcanzara un resonante éxito sobre Paraguay 2-0. La Vinotinto hace
tiempo que dejó de ser una Cenicienta y tiene en Salomón Rondón un
buen estilete. O que México, con la generación dorada que encabeza
el Chicharito, prolongase su buena racha frente a Costa Rica: 1-0.
Así que la única sorpresa, sorprendentemente, estuvo a punto de
darla Cuba, cuando al minuto 90, en el Estadio Metropolitano de San
Pedro Sula, casi casi anota su primer gol en 360 minutos y le saca
un costoso empate a Honduras, que otra vez había descorchado el
marcador por medio de Jerry Bengtson (al 32). Roberto Linares lo
tuvo en sus piernas, con el arquero Valladares vencido, pero un
defensa despejó su remate bajo los palos. Y el drama de Cuba se
perpetúa.
El drama, sin embargo, no es que en estas eliminatorias el equipo
sume derrota tras derrota y todavía no haya podido anotar un tanto
en más de seis horas; que ocupe el puesto 147 del ranking y debamos
remontarnos al 5 de diciembre del 2010 para evocar su última
victoria en una competencia (1-0 sobre Granada).
No. El drama de nuestro fútbol sigue siendo más visceral y
profundo. Y tiene que ver con los mismos errores. Todos nos quejamos
de su eterna espiral de reveses, pero no nos fijamos en sus
verdaderos problemas. Esos que a veces hacen que seamos el
hazmerreír del mundo, la Cenicienta del grupo de turno o el equipo
más goleado de un torneo.
Todos criticamos los resultados, pero rara vez hablamos de las
estrategias, de qué se puede hacer para salir del círculo vicioso y
evitar que el fútbol siga siendo un dolor de cabeza, un fenómeno
para cultivar traumas o regodearse en el masoquismo.
El drama es que sigamos haciendo mal, lo que se podría hacer
mejor —como el Campeonato Nacional, sin ir más lejos— o que pensemos
que la solución está en traer un técnico nuevo en mayo para
emprender el camino a un Mundial en junio, como si fuera Mandrake el
mago, o en irse a topar un mes a otro país para curar afuera las
deficiencias que acumulamos dentro en todo un año.
Clasificar a un Mundial no es tarea fácil, pero el drama es que
no podamos aspirar siquiera a estar entre los seis finalistas que en
la CONCACAF luchen por ello, teniendo todo el desarrollo en el
deporte que tenemos. Que el talento que tenemos se estanque y se
pierda, y que cuando arranque el Mundial dentro de dos años, todos
hinchemos por Brasil, Argentina o cualquier otro equipo, porque allí
no estará el nuestro.
El drama es que algunos piensen que el fútbol amenaza al béisbol,
cuando la triste realidad es que el fútbol solo ensombrece al propio
fútbol. Porque los niños sueñan con ser como Messi, Xavi, Casillas o
Cristiano Ronaldo, pero casi ninguno se sabe el nombre de algún
jugador nuestro.
En el béisbol, pese a la erosión de su nivel en los últimos años,
seguimos siendo potencia y ahora mismo, al menos, se andan haciendo
esfuerzos para enmedar los errores (mejorar la estructura de su
campeonato, optimizar su calendario, elevar el fogueo... ).
En el fútbol, lamentablemente, ahora mismo somos poco más que
nada, el único equipo de la región que en la eliminatoria
mundialista no tiene goles ni puntos... Quizás, hablar sobre sus
problemas sería llover sobre el océano, pero hay que hablarlos. El
auténtico drama del fútbol sería que lo diéramos por perdido y sin
remedio.
Tomado de Granma