La falta de gol en los equipos cubanos de fútbol ya es una
enfermedad crónica. Da lo mismo que juegue en casa o afuera, que el
clima le favorezca, que el larguero se «ponga» de su lado, o que el
contrario equivoque el paso y quede en inferioridad numérica con muchos
minutos por delante. Con tanta pólvora mojada es imposible la victoria,
menos en una tercera ronda de eliminatoria mundialista frente a
oponentes con muchísimas más horas de vuelo.
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